A Salvo
Usted
pasa a mi lado
muchas
veces
sin
mirarme, claro.
Yo
lo veo venir
y
su sombra,
su
perfecta sombra, que se le adelanta,
acaricia
mi cuerpo
despacio.
Nunca
llegué a tocarlo
pero
¡cuánto daría!
no
con lujuria tocarlo,
sino
tocarlo apenas,
con
la punta de los dedos,
en
la frente
o en la piel de los párpados.
o en la piel de los párpados.
Pero
usted y yo sabemos
que
el tiempo ha pasado
por
temor a arriesgarnos.
Entonces,
no me mira,
aunque
pasa a mi lado,
ni
yo lo he tocado
aunque
¡cuánto daría!
Usted,
por distraído
y
yo, por compostura.
Estamos
a salvo.
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